Pese a lo que pueda parecer, el invierno es una buena época para viajar a Sicilia. El frío es soportable, los clásicos lugares frecuentados por turistas están casi vacíos y la isla conserva intactos todo su esplendor y riqueza paisajística, además de sus atractivos culturale sy gastronómicos.
Por eso en estos meses es buena idea pensar en hacer un tour por la isla más grande del Mediterráneo. Dos semanas mejor que una, ya que hay mucho que ver y las distancias son más grandes de lo que parecen sobre el mapa. Lo mejor es organizar nuestro tiempo en base a lo qu epodemos ver en cada una de las zonas:
En la Sicilia oriental encontramos el estrecho de Messina, que separa las costas sicilianas del resto de Italia, la bella y monumental ciudad de Catania, patrimonio de la Humanidad según la UNESCO, y su litoral, donde encontramos joyas medievales como Acireale. También en esta región visitaremos la espléndida Siracusa, una de las ciudades más antiguas de Europa, y Noto, imprescindible joya barroca. Ya en el interior, nos dirigiremos a Caltagirone, capital de la cerámica siciliana y, cómo no, ascenderemos a la cumbre nevada del Etna, el impresionante y temible volcán que domina el este de la isla y que de vez en cuando ruge recordando a los hombres que la Naturaleza es poderosa.
Antes de emprender la ruta a la Sicilia occidental, en la costa sur no dejaremos de visitar Taormina y sus teatros y templos griegos, que servirán para introducirnos en los vestigios clásicos de Agrigento. Después viajaremos a Cefalú, el centro gastronómico de la isla, y Palermo, la gran y cosmopolita capital.
Y si todavía tenemos tiempo, sería fabuloso redondear el viaje a Sicilia con algunas visitas a las numerosas islas, todas ellas de origen volcánico, que emergen alrededor de ella: la mítica Stromboli, la literaria Lampedusa, el archipiélago de las Lípari, Vulcano, Salina, Filicudi…