¿Cómo es posible que una isla tan pequeña pueda contener tantos tesoros naturales, históricos y artísticos? Esa es la pregunta que se hacen los viajeros que visitan Malta por primera vez.
Se trata de una pequeña porción de tierra que emerge en el mismo corazón del Mediterráneo, cruce de caminos (o mejor dicho, de rutas marítimas) entre Europa y África, entre Oriente y Occidente. Un paraíso de sol y playa, pues este es uno de los destinos con más horas de sol por año, plagado de hermosas playas y calas escondidas con aguas cristalinas, pero que ofrece también una oferta cultural impresionante.
La Valeta, la capital de este minúsculo estado, fue construida por los Caballeros de la Orden de San Juan, que la decoraron con fabulosos palacios y la defendieron con imponentes murallas. Destaca en especial la ciudad fortificada de Mdina, una joya arquitectónica.
Los tesoros de Malta
Subiendo a lo alto del Mirador del Gran Puerto, podremos admirar las tres ciudades que componen Valeta enmarcadas por una espectacular bahía azul: Conspicua, Senglea y Vittoriosa. Un excelente plan es recorrerlas a bordo de una tradicional dghaisa y pararse a cenar en alguno de los restaurantes del muelle de Vittoriosa.
El catálogo de tesoros de Malta es enorme: playas vírgenes, cuevas misteriosas, antiguos templos cristianos envueltos en el misterio, viejos comercios tradicionales, calles y aldeas llenas de encanto, fondos submarinos llenos de maravillas…
Y si dispones de tiempo, escápate a las islas hermanas de Gozo y Comino. Allí podrás disfrutar de otro tipo de vacaciones y relajarte en el lugar más tranquilo y genuino del Mediterráneo.