Desde casi todos los rincones de Estambul es posible ver los seis espectaculares minaretes que flanquean la Mezquita Azul, un majestuoso templo levantado por el gran sultán Ahmet I hace casi tres siglos, durante la etapa de mayor esplendor del Imperio Otomano.
Su nombre deriva de los bellos mosaicos de azulejos que decoran su fachada y sus cúpulas,que van del azul al verde oscuro según la incidencia de los rayos del sol en ellos.
Es la única mezquita de todo el país que tiene seis minaretes, señal inequívoca de su rango dentro de la jerarquía del Islam. En su época fue considerado irreverente construir una mezquita con el mismo número de alminares que la de la Kaaba en La Meca. Para zanjar la cuestión se decidió edificar un séptimo minarete en el templo árabe, cuyos gastos corrieron a cargo del propio sultán.
Tres grandes portales dan acceso al patio central, donde se ubica el sardivan, una fuente de piedra de forma hexagonal. Aquí el agua aquí tiene un enorme valor ritual y simbólico. Tras el patio aparece la Sala de las Plegarias, en penumbra, por donde se cuelan haces de luz a través de 26 ventanales alineados en cinco niveles distintos. El resultado es una atmósfera mística y evocadora.
Los gruesos pilares, una gigantesca cúpula de 43 metros de altura, la decoración geométrica llena de armonía, el silencio y lso juegos de luz hacen de esta mezquita un lugar lleno de magia y misterio.
La Mezquita Azul abre sus puertas a diario a todo el mundo, fieles o no (excepto en el momento de la oración). La entrada es gratuita pero es recomendable hacer una pequeña donación y, sobre todo, vestir la indumentaria respetuosa para un lugar sagrado.