La ciudad belga de Brujas pasa por ser uno de los destinos más románticos del mundo, con sus elegantes edificios y la belleza de sus canales. Pero también ofrece al viajero otros placeres más prosaicos como los del chocolate o las patatas fritas, una de las comidas más típicas del país. Tanto que hasta cuenta con su propio museo.
El Frietmuseum (Museo de las Patatas Fritas) se ubica en uno de los edificios más antiguos de la ciudad, donde por 9 € que cuesta la entrada podremos realizar un recorrido por la historia de las papas fritas desde su llegada a Europa desde América hasta los tradicionales puestos callejeros donde se sirven cucuruchos de patatas fritas y mayonesa, una estampa típica de Bélgica.
Incluso hay una leyenda (probablemente falsa) que explica el origen de esta forma de cocinar las patatas. La historia nos lleva al año 1700, durante un frío y crudo invierno que congeló las aguas del río Mosa. Fue entonces cuando los habitantes de Dinant, que no pudieron comer su tradicional pescado frito, decidieron conformarse friendo patatas. El invento gustó y acabó teniendo el éxito que todos conocemos.
La fama se expandió cuando los soldados norteamericanos visitaron el país durante la I Guerra Mundial. Se llevaron la idea a su país, y pensando que estaban en Francia (ya que en la región belga de Valonia se habla francés), las llamaron french fries.
La visita no puede acabar sin saborear una suculenta ración de patatas fritas elaboradas con la maestría de los artesanos belgas. Así que si te gusta este sencillo pero maravillosos manjar, apunta esta dirección: Vlamingstraat 33, Brujas.