Después de la trágica e inesperada muerte de la reina Sofía Carlota en el año 1705, el rey de Prusia Federico I decidió conceder el título de ciudad a un pequeño asentamiento que había surgido en los alrededores de Berlín, alrededor del palacio de verano preferido por su esposa. El nombre elegido fue Charlottenburg, la ciudad de Carlota.
Esta es hoy una de las visitas más elegantes e interesantes que podemos hacer en la capital alemana. La ciudad es hoy un barrio más de la gigantesca área urbana de Berlín, y su epicentro, el soberbio palacio barroco de Charlottenburg, inspirado en el mismo Versalles, rodeado de fuentes y jardines.
El palacio está abierto a las visitas los siete días de la semana. La entrada combinada (8 € para los adultos) nos permite recorrer todos los espacios y rincones de este palacio, al que podemos llegar en metro, bajándonos en la estación de Richard-Wagner-Platz o bien en la de Spohie-Charlotte-Platz. La mejor manera de descubrir la cara más aristocrática de Berlín.
Durante los años de la República de Weimar, después de la I Guerra Mundial y antes del ascenso de los nazis, el distrito de Charlottenburg se convirtió en el epicentro cultural de Berlín.
Aquí proliferaron los cafés literarios, teatros, cabarets y clubes de jazz en los que, a lo largo de la Kurfuerstendamm, brilló la llama de la libertad y la cultura de los felices años veinte, antes de la llegada de los tiempos sombríos de la década posterior.